No importa lo que haga, cada persona está siempre representando el papel principal de la Historia del mundo.Y normalmente no lo sabe.
El Alquimista (Paulo Coelho)

diumenge, 20 de febrer del 2011

La Celestina

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Ella era la persona idónea para aquel trabajo. Pármeno lo sabía, y le había faltado tiempo para recomendarla a Calisto. Entornó los ojos, tendría que andarse con cuidado en lo que a Pármeno respectaba, su madre era maestra y su padre un escritor, era un chico listo y las cogía al vuelo.
Suspiró. Y allí la tenía, la causante de tanto enredo. Había visto, conocido y emparejado a tantas chicas que ya apenas distinguía unas de otras. Pero para hacer honor a la verdad Melibea poco tenía que ver con aquellas otras chicas, aquellas que se escondían bajo capas de hipocresía, polvos y vestidos. Los hombres se enamoran de lo que ven y las mujeres de lo que oyen, por eso las mujeres se maquillan y los hombres mienten.

-Vengo de parte de un caballero como pocos, observador como un búho, sagaz como un lince y valiente cual león. Éste noble señor está enfermo y sólo vos poseéis cura para sus males.

Y allí la tenía, sí, con la cara lavada y el pelo negro suelto. Sin corsé y con los brazos cruzados ante el pecho.

-Yo no soy médico, ¿qué cura puedo ofrecerle entonces?-dijo con voz burlona y en ojos una expresión irónica insufrible.
La Celestina apretó los puños y siguió adelante con su memorizada actuación.
-No necesita de los servicios de un matasanos, está enfermo de amor, ha caído preso de su belleza sin igual.
Mal comienzo, pensó la alcahueta nada más pronunciar esas palabras, ya que Melibea por poco no cayó al suelo del ataque de risa que le dio.
-¿Mal de amores? Decidle a ese señor vuestro, tan valiente que ni  es capaz de venir a hablar conmigo directamente, que lo qué tiene son unas ganas increíbles de perder el tiempo y de hacérmelo perder a mí, así pues, si me disculpa...- Dijo cogiéndola del brazo y abriéndole la puerta- Hasta otro día, ¡ah! y decidle a vuestro señor que se recupere de mi parte.

Y dicho ésto cerró la puerta en las narices de la alcahueta, la cual se quedó de piedra en el portal, con la boca abierta a causa del asombro.
Aquella fue la primera vez que Celestina habló con Melibea, la primera vez que volvió de casa de muchacha con las manos vacías, pero no fue la última ni mucho menos.

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-¡Tan solo necesita una oportunidad! Sin vuestro amor él se consume, al igual que una vela a la intemperie. Promete bajarle la luna si le permite un mechón de su cabello azabache.
-Un mechón de mi cabello?-preguntó ella- Al final va a necesitar un médico de verdad ¡Dios mío! llevamos así tres semanas ¡cuánto dramatismo!
La alcahueta se dejó caer en una silla derrotada, en tres semanas no había conseguido nada, NADA y Calisto cada vez estaba más desesperado.
-Pero mira, te ofrezco un libro, puedes dárselo a mi enfermo de mi parte- dijo Melibea mirándola con lástima.
-¿Puede rociarlo con un poco de perfume?-preguntó Celestina rápida como el pensamiento
-No, ni aunque quisiera, no tengo perfume-contestó ella riendo
-¿No tiene perfume?
-No, ni lo necesito-replicó ella- igual que no necesito un marido al lado, nunca me resignaré a ser “la mujer de”, por eso vuestra batalla de manipulaciones era una batalla perdida de antemano.
La alcahueta cogió el libro y se encaminó hacia la puerta, cuando iba a cruzarla Melibea la llamó de nuevo.
-Tal vez, y sólo tal vez, deberíais decirle a vuestro señor que él no es el único enfermo de amor.

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Calisto dejó caer la cabeza entre las manos en un sollozo ahogado.
-¿Cómo estáis?-preguntó no muy segura Celestina
-¿Cómo estaríais si la persona a la que amarais no quisiera saber nada de vos?-replicó él
La alcahueta se sentó a su lado.
-¿Tan seguro estáis que es amor? No la conocéis Calisto, es una joven un tanto extraña
-¡Pero yo la amo!
-La gente abusa de la palabra amor, he ayudado a tantos por matrimonios de conveniencia que dudo de si será real o tan sólo una ilusión-murmuró ella con la voz rota
Calisto la miró como si la viera por primera vez.
-Tal vez el amor sea una ilusión, pero, ¿de qué está hecho el mundo si no es de iluciones?
Se casaron aquella misma primavera.

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Pármeno recorrió la iglesia con la mirada buscándola a ella.
Encontró a Melibea en un banco central, había ayudado a Celestina con la cola del vestido, se colocó a su lado.
-Podrías haber sido vos la del vestido blanco
-No me verán de blanco jamás -contestó enfatizando la palabra
Pármeno le sonrió.
-¿Cómo está vuestro padre?
-Mal-contestó ella francamente- el médico dice que poco más puede hacerse por él
-Ahora que se han casado yo no les hago ninguna falta y tal vez, visto lo de vuestro padre, vos si me necesitareis a vuestro servicio
-Yo no necesito a nadie-gruñó ella secamente
Pármeno se pasó la mano por el cabello pensativo
-Gran libro el qué le dejasteis a Calisto, aunque creo que ni se molestó en abrirlo
Melibea se volvió hacia él asombrada
-¿Vos lo habéis leído?
-¿Cómo no iba a hacerlo? Lo escribió mi padre
-¿¡Qué?! ¡Adoro ese libro! ¿Cuándo lo escribió? ¿Basándose en qué? ¿Tenía pruebas de todas sus afirmaciones?
Pármeno se llevó un dedo a los labios
-Eso no puedo contároslo en tal ceremonia
Ella le debolvió la sonrisa, ya no se acordaba de la última vez que había sonreído
-Puede que sí os encuentre un sitio.